Paradoja de lo inútil



  Mi vida comenzó un día de 1930 cuando un tal Paul decidió invertir su tiempo e ingenio en idear, lo que para él sería, un novedoso instrumento. Al principio me parecía a una especie de violín, por lo visto los recién nacidos llegamos al mundo algo amorfos o eso es lo que pensé en cuanto, un tiempo después, me convertí en algo parecido a una guitarra. En ese momento todo apuntaba a que mi padre había creado algo realmente útil e importante, pero las cosas se truncaron, pues no tuve mucho éxito….
  Un par de décadas más tarde, siendo yo ya algo mayor y habiendo transitado en soledad  por esta intrincada senda que es la vida, otro individuo decidió darme una segunda oportunidad. El tío Leo, junto a su inseparable amigo George, se dedicaron a remodelarme, a  darme una nueva forma, por lo visto la definitiva, la que me definiría como lo que hoy en día soy.
  Otros veinte años después, ayudado de muchos otros tíos y  con los avances que permitía la, por ese entonces, tecnología punta me añadieron una pequeña caja rellena de cables que, gracias a la electricidad  (compañera de viaje indispensable) me permitiría sonar con mayor claridad y potencia. Fue una gran sorpresa pues esto me permitió descubrir que mi voz sonaba mejor de lo que yo me había figurado hasta entonces.
  Mis andanzas no se detuvieron aquí, pues (¡¡y quién lo diría!!) al siglo siguiente se celebró nada más y nada menos que mi sesenta cumpleaños.
  Supongo que a estas alturas os imaginaréis que os encontráis ante el más novedoso, famoso y reconocido de los personajes de la historia, ¿verdad? Pues os equivocáis, la mayoría de la gente ni se percata de mi presencia, a pesar de que siempre estoy ahí, nadie me agradece mi trabajo, aunque tampoco lo desprecian…. Simplemente, lo ignoran
  Por lo visto soy un bajo. Mi trabajo nunca es reconocido, pero sin mí nada sería igual

No hay comentarios:

Publicar un comentario