Cayó agotada y de rodillas frente a aquel coloso que desde su
soberana enormidad la observaba triunfante, enardecido ante la victoria con la
que acaba de alzarse, aún a sabiendas de haberla conseguido de un modo
vil y rastrero: se sabía más fuerte que ella y lo había sabido
aprovechar. Y viendo inútiles sus esfuerzos por levantarse decidió
rendirse para siempre y resignada se arrastró en pos de un rincón en el que
dejarse caer, resuelta a esconderse tras el negro velo de la soledad mientras
se estremecía al escuchar a lo lejos la macabra carcajada del malvado titán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario