Para cuando tú, la razón de mi existencia, hayas decidido
perderte tras la barrera del adiós más amargo de nuestras vidas; para cuando
tus pasos firmes marquen el sendero que solo tú, amor, recorrerás
para dejarme; para cuando se pierdan mis lamentos en el aire y mis
lágrimas se las trague el suelo; para cuando tu divina perfección se haya
convertido tan solo en una silueta vaga, difusa y sin sombra; para cuando mis
labios secos se hayan cansado de llamarte y mis manos frías ya no te esperen
abiertas ni se cierren después alrededor de las tuyas; solo para entonces,
corazón, sabrás que el tiempo tan valioso que pude pasar amándote aún más se me
fue contando los días que faltarían para que te marcharas, y que la vida, esta
vida que ahora te regalo, se habrá convertido ya en un saco de desechos
mugrientos y polvorientos, unos desechos sucios y malolientes que ahora y
siempre te han amado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario